El Dalai Lama se enfrenta a un terrible dilema

Para alguien que se acerca a los 90 años, el Dalai Lama se encuentra en muy buena forma. Una mañana de mediados de junio, The Economist se unió a una audiencia con el líder espiritual tibetano en el exilio y lo vio saludar individualmente a unos 300 devotos y simpatizantes. Durante más de una hora, impartió consejos y bendiciones, y solo se detuvo una vez para beber un sorbo de agua caliente. Lo hace cinco veces a la semana, además de impartir enseñanzas públicas ocasionales, en su ciudad adoptiva de Dharamsala, en el norte de la India.
Sin embargo, las personas cercanas al premio Nobel de la Paz admiten que está ralentizando su ritmo. Llegó a la audiencia en un carrito de golf y tres ayudantes le ayudaron a sentarse, mientras guardias indios armados con metralletas vigilaban la zona. Rara vez sale de Dharamsala desde que se sometió a una operación de rodilla en Estados Unidos el año pasado. Esto plantea una delicada pregunta para quienes se preocupan por el futuro del Tíbet, entre ellos los Gobiernos de China y la India: ¿qué pasará exactamente cuando muera?
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Se espera que las respuestas más claras se den en un mensaje de vídeo del Dalai Lama el 2 de julio, cuatro días antes de su cumpleaños. Según la tradición tibetana, tras la muerte de un Dalai Lama, sus ayudantes y los lamas superiores identifican a un niño como su reencarnación. Pero él puede elegir no renacer. También puede “emanarse” como otra persona mientras aún está vivo. Sea cual sea su decisión, China seguramente la impugnará. Su Partido Comunista ateo, que se apoderó del Tíbet en 1951, afirma que la “emanación” no está permitida y que solo él puede aprobar al próximo Dalai Lama. Espera que la desaparición del actual, que huyó a la India en 1959, frene el apoyo internacional a su campaña no violenta por una mayor autonomía del Tíbet dentro de China.
Cuando el Dalai Lama muera (o emane), se espera que China nombre a un sucesor rival, tal y como hizo tras la muerte del Panchen Lama, otra figura destacada del budismo tibetano, en 1989. El Dalai Lama identificó a un sucesor para ese cargo en el Tíbet, pero las autoridades chinas se llevaron al niño (del que nunca más se supo nada) y nombraron en su lugar a otro niño, al que muchos tibetanos consideran un títere. Probablemente, China presionará a otros países para que reconozcan su elección para el próximo Dalai Lama y castigará a aquellos que respalden o tengan contacto con la alternativa. Esto convierte esta sucesión en una prueba histórica de la voluntad —y la capacidad— del mundo democrático para resistir la coacción y la desinformación chinas.
También hay riesgos importantes para China. El actual Dalai Lama (el decimocuarto) es la única figura que goza de autoridad entre casi los siete millones de tibetanos que viven en China, así como entre los 150.000 que forman la diáspora. Aunque China lo ha denunciado durante mucho tiempo como un separatista “lobo con hábitos de monje”, ha intentado persuadirlo para que regrese al Tíbet y respalde el gobierno del partido allí. Sin él, el movimiento tibetano podría fragmentarse y adoptar una postura más radical en favor de la independencia total. Aunque es poco probable que esto tenga éxito a corto plazo, podría socavar la imagen de China en el extranjero, así como sus esfuerzos por imponer la unidad étnica en el país.
El Dalai Lama ya ha revelado algunos detalles de sus planes de sucesión. En un libro publicado en marzo, dijo que su heredero nacería en el mundo libre. También se ha hablado de la emanación como una opción que resolvería la cuestión más rápidamente y le permitiría formar a su propio sucesor. Sin embargo, personas cercanas a él afirman ahora que la reencarnación es más probable. Eso crearía un vacío de liderazgo potencialmente peligroso durante la década o dos que tardaría un sucesor en crecer y formarse. Pero Penpa Tsering, líder del Gobierno tibetano en el exilio, afirma a The Economist que los riesgos son manejables, ya que el Dalai Lama renunció a sus poderes políticos en 2011 y otros lamas de alto rango proporcionarán liderazgo religioso durante la transición.
También afirma que China ha estado tratando de reactivar las conversaciones secretas desde principios de 2023, aunque no se han logrado avances significativos. Los intermediarios chinos preguntan repetidamente por la salud, la agenda y los planes de sucesión del Dalai Lama. “Están preocupados”, explica Penpa Tsering. “Si hay algo que China no puede manejar, es la imprevisibilidad”. Aun así, los tibetanos necesitarán el apoyo internacional para resistir la injerencia china, añade.
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