Los estadounidenses intentan ver en el papa León XIV a un tipo común y corriente de Chicago

Washington (AP).- Para mediados de la semana pasada resultó evidente que algo extraño sucedía. Fue más o menos cuando empezó a circular el video falso de una mujer que supuestamente relataba la “relación sin compromiso” que sostuvo con Robert Prevost, el nuevo papa estadounidense, hace décadas cuando él era sólo un tipo común y corriente de Chicago.
Ya habíamos visto a Topps —la empresa de tarjetas de béisbol— lanzar una nueva tarjeta del papa León XIV que se anunció por todo eBay. Escuchamos hablar de su afinidad por los Medias Blancas y lo vimos entre el público de la Serie Mundial de 2005. Y tras las especulaciones en línea sobre si prefería el sándwich de carne de res de Chicago o los hot dogs al estilo de la ciudad, vimos a Portillo’s, un restaurante local, bautizar un sándwich en su honor: “una carne italiana divinamente sazonada, bautizada en salsa espesa de carne y coronada con la santísima trinidad de pimientos”.
Luego apareció un video de Instagram en el que dos tipos describían cómo el nuevo pontífice era producto de su crianza: “El papa es de la región centro-norte de Estados Unidos.
El pan y el vino son ahora queso y cerveza”, dice uno. El otro contesta: “El papa es de la región centro-norte de Estados Unidos. Las canastas de limosna ahora aceptan efectivo de Kohl’s”, un programa de recompensas que entrega cupones para compras futuras en esa tienda.
Los papas: ¿Son como nosotros?
No exactamente. El pontífice al que solían llamar Bob Prevost no es precisamente un tipo común y corriente de Chicago. Pero nadie lo imaginaría por la explosión de fanfarria estadounidense en torno al recién nombrado papa León XIV.
Se ha hablado de él por sus gustos culinarios (Jimmy Fallon: “¿hostias al estilo ‘deep-dish’?”, en referencia al estilo de la pizza gruesa de Chicago), por sus afinidades deportivas, por sus relaciones familiares estrechas y más. Proliferan videos falsos de él en los que opina sobre baloncesto y el presidente Donald Trump al clásico estilo de la parte norcentral del país.
¿Por qué los estadounidenses se enfocan tanto en asegurarse que el líder supremo de la Iglesia católica es también un tipo común y corriente de la región centro-norte del país? Desde luego que parte de ello es por orgullo. Pero otra respuesta tiene que ver con la peculiar y compleja relación de los estadounidenses con la fama y el poder, la cual se remonta a la fundación misma de la nación.
La exaltación estadounidense del “tipo común y corriente” comenzó con la propia nación
Cuando Estados Unidos fue fundado en 1776, rechazó al rey Jorge III, los impuestos de la corona y los atavíos ornamentados y las delicadezas que rodeaban a la realeza.
En su lugar surgió la democracia, en esencia el culto al hombre común y corriente. Con el paso de las décadas, la delicadeza de la realeza “decadente y elitista” del extremo este —tanto si “el extremo este” era Inglaterra o, en última instancia, Washington— fue despreciada.
Para cuando el populismo de Andrew Jackson comenzó a florecer en la década de 1830, el “hombre común” en la naciente república democrática se convirtió en un cliché venerado.
De ahí las historias de que Abraham Lincoln creció en una cabaña de madera y partió troncos para cercas al igual que el resto de los habitantes, o, al menos, el “resto de nosotros” de la parte rural del Estados Unidos del siglo XIX.
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